Malos tiempos para la lírica
Fran volvió la vista atrás antes de entrar en el coche, quería mantener en su retina la última imagen del edificio de la que había sido su empresa en los últimos ocho años. Cuando lo vió no sintió nada. Unos le habían dicho que, en la misma situación, se habían sentido indignados, otros agradecidos, otros preocupados, otros tristes, incluso alguno sintió nostalgia regada con lágrimas, pero él no sintió nada. Vacío. Como si esos ocho años no le hubieran hecho mella de ningún tipo, como si no le hubieran aportado nada, como si hubiesen sido 5 de esos minutos insustanciales que uno tiene que esperar en el andén al metro; sacó el iPhone, hizo una foto con Instagram, la compartió con el nombre de “Alcatraz”, arrancó el coche y se largó. Au revoir, goodbye, adiós, agur, a tomar por culo. Mientras conducía recordó lo ilusionado que entró, las ganas que tenía, las ideas que pensaba poner en práctica, los proyectos que barruntaba, todo. Su entusiasmo contagiaba a los demás, todo el mundo quer