Santillana del Mar
es un precioso pueblo de Cantabria que recomiendo encarecidamente
visitar puesto que aún conserva todo su encanto medieval intacto. Es muy conocido por la bellísima Colegiata de Santa Juliana, que
alberga en su interior un claustro románico de gran belleza del que
hablaremos en otra ocasión. Ahora me voy a detener
en mostraros lo que para mí fue la gran sorpresa de mi visita: el sobrecogedor Museo de la Tortura. Advertimos que esta entrada puede herir la sensibilidad de los lectores...
La exposición, compuesta por algunos objetos originales, otros
adquiridos a anticuarios, y por reconstrucciones a partir de piezas o
fragmentos de los originales, es un muestrario de instrumentos de
tortura, castigo, y ejecución, utilizados en la época de la Inquisición,
que realmente te deja sin aliento. En su interior, situado en una
primera planta del edificio, podemos ver aparatos como un potro, la
doncella de hierro, espadas para cortar cabezas, o cinturones de
castidad, por mencionar solo algunos de los espeluznantes artefactos que
se pueden ver. Verlos impresiona, pero lo que más acongoja,
sinceramente, es leer las descripciones de uso que tienen todos y cada
uno de ellos en su letrero correspondiente: te quedas helado pensando en
lo que sufrieron los castigados. No está permitido hacer fotos en el
interior pero sí es posible hacer fotos en el
exterior de la entrada y, por ese motivo, os enseño aquí lo que
hay en el caminito principal de acceso, con el fin de que os hagáis una
idea del resto. Abstenerse sensibles, baste decir que, al ver estos
aparatos desde fuera, hubo personas que se negaron a entrar porque lo
iban a pasar mal. Pasen y vean.
Guillotina
Guillotina: su invención se atribuye al médico francés Joseph-Ignace Guillotin,
pero en realidad lo único que hizo este hombre fue proponer la
extensión de su uso a ciudadanos de todas las clases sociales ya que las
decapitaciones estaban reservadas a las clases altas: "Los delitos de un mismo tipo serán castigados por el mismo tipo de pena, cualquiera que sea el rango y la condición del culpable",
se lee en un proyecto de ley. Esto se podría llamar "democracia
ejecutiva", en un macabro juego de palabras ¿verdad? Su uso, a
diferencia de la decapitación con espada, era mucho más preciso, porque
se utilizaba una máquina sin defectos a la hora del corte. Pretendía
provocar una muerte instantánea para evitar el sufrimiento, aunque se ha
demostrado mediante estudios realizados que el ejecutado era consciente
durante varios segundos después de haberle sido cortada la cabeza. En
definitiva, que el ejecutado sentía y veía lo que pasaba mientras su cabeza rodaba por el suelo. Al pensarlo, te dan escalofríos.
Jaula colgante
Jaulas colgantes: hasta finales del siglo XVIII, en los
paisajes urbanos y suburbanos de Europa abundaban jaulas de hierro y
madera adosadas al exterior de los edificios municipales, palacios
ducales, palacios de justicia, catedrales y murallas de las ciudades, y
también colgando extramuros de postes altos cercanos a los cruces de
caminos; con frecuencia se podía uno encontrar con varias jaulas en
hilera. Las víctimas, desnudas o semidesnudas, eran encerradas dentro y
colgadas. Sucumbían por hambre y sed, por el mal tiempo y el frío en el
invierno, por el calor y las quemaduras solares en verano; a menudo
habían sido previamente torturadas y mutiladas para mayor escarmiento. Los cadáveres, putrefactos, generalmente se dejaban in situ hasta que se desprendían los huesos.
Escalera de estiramiento
Escalera de estiramiento: Este instrumento ofrecía
la posibilidad de infligir otros tormentos a la víctima mientras se le
estiraba el cuerpo (mutilaciones, azotes, etc.).
Verdugo con hacha para decapitar
Verdugo con hacha de decapitación:
el patíbulo contiene un cepo de madera provisto de una cavidad para
posicionar correctamente al condenado y, facilitar así, una regular,
precisa y constante mecánica de ejecución. El despersonalizador vestido
negro con capucha garantizaba al verdugo el necesario anonimato, con el
fin de transmitir una imagen de imparcialidad y permitirle llevar una
vida normal a posteriori. En el mejor de los casos, si el corte era
limpio, lo mejor que le pasaba a la víctima era experimentar la sensación descrita en la guillotina cuando su cabeza caía.
Rueda (con un caldero para quemar detrás)
Rueda: su uso era para crímenes considerados graves y
el procedimiento se dividía en dos fases: en primer lugar, se rompían en
público los huesos y las articulaciones de los brazos y las piernas de
los condenados, asestando para ello golpes violentos con la rueda, y
después, se les ataba entre los radios de una gran rueda horizontal al
extremo de un poste, que se levantaba para dar inicio a la segunda fase,
la más malvada: se les daba de comer y beber mientras aves y roedores les iban arrancando la piel a tiras. Los países donde fue más utilizado este sistema fueron Alemania y Francia.
Toro de Falaris
El toro de Falaris: este método de tortura es de origen siciliano y su uso se extendió entre los siglos XVI a XVIII. Lo que se hacía era quemar
a seres humanos dentro de un toro de bronce, de tal forma que los
alaridos y los gritos de las víctimas salían por la boca del toro,
pareciendo así que el toro estaba mugiendo. Realmente dantesco. Esta invención se atribuye a un tal Falaris (Phalaris) de Agrigento,
en Sicilia, que murió en 554 a.C., no obstante no existen pruebas que
lo corroboren, es más, Falaris fue considerado por escritores de su
época como un gobernante culto y justo. En 2014 viajé a Sicilia y quise averiguar más pero, desgraciadamente, la guía no sabía nada, y yo no tuve tiempo de investigar por mi cuenta.
El palo
El palo: he dejado para el final de esta pequeña
muestra uno de los instrumentos más espantosos que pude ver allí, el
palo, ideado para torturar y matar. El sufrimiento que causaba no tenía
como objetivo obtener una confesión, sino que quería ser un castigo y,
sobre todo, una demostración pública del horrible destino que le
esperaba a quien se hubiera comportado de mala manera -en opinión de los
inquisidores, por supuesto-. Este sistema fue muy utilizado en Europa
oriental (empalamiento), y consistía en hincar un palo en el ano, a lo largo de toda la columna vertebral, haciéndolo salir a la altura de la espalda.
De esta manera se dañaba la menor cantidad posible de órganos vitales, y
se aseguraba una muerte lentísima con el máximo sufrimiento imaginable.
Lo utilizaban sobre todo con prisioneros enemigos, y se exponía a las
víctimas en sitios bien visibles con el fin de desalentar
psicológicamente a quienes pensaran en emprender acciones de guerra en
contra. Hasta aquí podemos leer, el resto debéis verlo por vosotros
mismos, además la entrada únicamente cuesta 3 euros, que es un precio
muy ajustado para lo que podemos ver dentro. En este enlace tenéis más información sobre el museo
que os servirá de gran ayuda para haceros una composición del lugar, y
por si esto fuera poco, os insertamos un vídeo en el que podréis
apreciar algunos aparatos como la "tortura de agua" o la "cuna de
Judas".
Lo peor de todo no es el museo en sí mismo, sino
saber con absoluta certeza que, hoy en día, en pleno siglo XXI, aún hay países que siguen utilizando estos métodos de tortura.
Para Descartes, la primera verdad sobre la que ha de construirse el nuevo edificio de la filosofía es la certeza del yo pensante, de la cosa pensante ( res cogitans ), pues constituye el único punto de partida válido para asegurar que los conocimientos claros y distintos obtenidos por intuición son conocimientos firmes y verdaderos. Ahora bien, también hay conocimientos –Descartes los llama «ideas adventicias», representaciones cuyo contenido creemos que nos llega desde fuera– que se refieren al mundo externo y corpóreo que no podemos obtener con la misma claridad y distinción que exige la intuición. Los objetos materiales, como opuestos a la sustancia espiritual y pensante que es el yo, son concebidos por Descartes como cosa extensa ( res extensa ) y su conocimiento tiene lugar a través de los sentidos, los cuales pueden engañarnos. Sin embargo, esta apertura de las facultades sensibles e imaginativas a un mundo exterior ¿es realmente objetiva? Y en caso afirmativo ¿quién garantiz
Nietzsche concibe la filosofía como la realización del un diagnóstico de la situación actual: ¿qué sucede hoy que sea auténticamente relevante?. Esta concepción de la filosofía como “diagnóstico epocal” requiere, para su logro satisfactorio, recurrir al “método genealógico”. Veamos en qué consiste este método. Friedrich Nietzsche ¿Qué indica la “genealogía” como método filosófico? Que los fenómenos o los procesos de una época del mundo sólo se entienden y se explican a fondo cuando se saca a la luz su “génesis”, su origen histórico . Por ejemplo, Nietzsche afirma que lo que caracteriza al mundo contemporáneo es la llegada del nihilismo (la “muerte de Dios” como constatación de la “ausencia de Fundamento”). Pues bien, respecto al nihilismo, Nietzsche se propone llevar a cabo su “genealogía”: ¿cuál es el origen histórico de la “desvalorización de los Valores Supremos” (la Verdad, el Bien, etc.) que define al nihilismo del mundo actual? Su respuesta fue que la raíz última del nihili
Hume, desde premisas “empiristas”, llevó a cabo una profunda reconsideración de la teoría tradicional de la causalidad. En primer lugar, que la relación causal no se entiende “analíticamente”. Esto significa que observando un mero hecho no puedo conocer sin más a qué efectos puede dar lugar (observando una porción de cianuro no puedo concluir que es un veneno mortal, etc.). David Hume ¿Se percibe una relación causal? Hume afirma que no, veámoslo con un ejemplo. Yo percibo dos “hechos”: por ejemplo, una bola de billar se mueve porque otra ha chocado contra ella (la causa es anterior y el efecto posterior, es decir, la relación causal es una sucesión temporal). ¿He percibido una relación causal? No. ¿Por qué? Porque la causalidad es una “inferencia”: es la conclusión de una observación (o de una serie de observaciones). Y esto es lo que afirma Hume cuando sostiene que la relación causal entre hechos del mundo no es percibida: es “inferida”, “razonada” desde la observación repetid
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