Historia y leyenda de la reina longobarda Teodolinda
En el año 584, el rey longobardo Autario
trató de asegurarse el trono en medio de una guerra con los otros
pretendientes concertando el matrimonio con la princesa Teodolinda (a
veces llamada también Teodelinda), hija de Garibaldo I, duque de Baviera
y descendiente por vía materna de los Letingo, la antigua casa real
longobarda.
Teodolinda
presentaba la ventaja de ser católica, lo que la acercaba a los
influyentes obispos católicos de la región, alejados del nuevo rey por
su condición de arriano, en particular por su amistad con el papa
Gregorio Magno. En 590, a la muerte de Autario, Teodolinda contrajo un
segundo matrimonio, esta vez con Agilulfo, duque de Turín, del que tuvo
un hijo, Adaloaldo, que fue el primer rey longobardo en ser bautizado, aunque el catolicismo se afianzaría finalmente durante el reinado de Ariperto I
(653-661), el sobrino católico bávaro de Teodolinda. Todas estas
relaciones forjaron la imagen de santidad de esta mujer, que por otra
parte se convirtió en mecenas del arte y la literatura de su tiempo, en
particular en la ciudad de Monza, donde construyó un rico palacio, además de fundar una basílica dedicada a San Juan Bautista y otros edificios religiosos que facilitaron la predicación del misionero irlandés San Columbano por toda la región.
Teodolinda
murió en Monza en el año 627 y fue enterrada con todos los honores en
la basilica que ella misma había hecho construir, siendo venerada desde
muy pronto como una verdadera santa. Allí comenzó la leyenda que
culminaría en el siglo XV cuando Franceschino Zavattari y sus tres hijos pintaron en la catedral de Monza, en estilo gótico internacional, un famoso ciclo de frescos dedicados a la Historia de la reina Teodolinda (1441-1446).
El fresco que podéis ver debajo corresponde a El sueño y la partida de Teodolinda, y es una de las 45 escenas que componen el ciclo.
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El sueño y la partida de Teodolinda |
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