Cuando
Akenatón
se convirtió en rey en 1353 a.C., puso en marcha una renovación de la
vida religiosa, cultural y artística de Egipto. El cambio de mayor
alcance tenía que ver con la orden de que el dios Amón, cuyo culto se
centraba en el templo de Karnak en Tebas, dejara de ser el patrón del
imperio egipcio. En su lugar, sería el dios Aton quien recibiría tal
honor; un dios del cual la mujer de Akenatón, la reina
Nefertiti, era una discípula devota.
Es
posible, incluso, que Akenatón la nombrara para llevar a cabo los
oficios religiosos, algo que normalmente llevaban a cabo,
exclusivamente, los reyes.
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Relieve en piedra de Akenatón y su familia haciendo ofrendas al disco solar Aton. |
Para dejar claro este cambio, Akenatón abandonó Tebas, la antigua
capital, y anunció que construirían desde cero su nueva capital en el
centro de Egipto y que se llamaría Aketaton (hoy conocida como
el-Amarna). Los arquitectos reales planificaron la ciudad hasta el más
mínimo detalle; en el centro se elevaban los edificios destinados a la
administración, entre ellos el palacio real y el templo de Aton; había,
además, una urbanización "estado" para los nobles, y suburbios urbanos
para los habitantes corrientes. Se reservó una zona al este de la ciudad
para las tumbas y los límites municipales se marcaron con 14 estelas,
pilares excavados en los acantilados.
Archivos entre el fertilizante
Gran
parte de lo que sabemos sobre su vida cotidiana se lo debemos a una
campesina que en 1887 comenzó a excavar en el centro de la antigua
metrópolis en busca de
sebbakh, un fertilizante a base de
ladrillo descompuesto. La mujer se topó de súbito con un conjunto de
tablas de arcilla con una escritura cuneiforme antigua; más tarde se
descubrió que se trataba de acadio, una lengua que empleaban los
diplomáticos de Oriente Medio a finales de la Edad de Bronce.
Las
más de 300 tablas, conocidas hoy en día como Cartas de Amarna, eran un
archivo sobre la actividad diplomática que revelaban la política
exterior de Egipto para con sus vecinos menos poderosos del este del
Mediterráneo, y también con los reinos que se consideraban a sí mismos
tan influyentes como Egipto.
En 1891,
el gran egiptólogo británico Sir Flinders Petrie
comenzó a trabajar en Amarna, dejando al descubierto parte del templo
de Aton, el palacio real, la morada del rey y la oficina de los
archivos. Descubrió más tablas de escritura cuneiforme y afirmó que los
edificios centrales de Amarna habían sido construidos de forma
apresurada empleando
talatat. Algunos de estos característicos
bloques de piedra pequeños se reutilizaron en Hermópolis Magna, después
de que la ciudad de Akenatón quedara abandonada tras la muerte del rey
(h. 1334 a.C.).
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Tallada en marfil, esta princesa de Amarna aparece recogiendo flores de loto y uvas. |
Pero quizás el hallazgo más importante fue el de
Ludwig Borchardt
en sus excavaciones entre 1908 y 1914 en un área que contenía grandes
residencias privadas. Se encontró con una de las verdaderas obras
maestras de la escultura egipcia, el busto de piedra caliza pintado de
la reina Nefertiti, probablemente una pieza de prueba del maestro
escultor Tutmosis. Hoy en día se encuentra en el
Staatliche Museum de Berlin.
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Busto inacabado de la reina Nefertiti. Perdió el favor de su esposo Akenaton. |
En cuanto a la propia Nefertiti, su influencia parece haber durado
poco. En el año 12 del reinado de Akenatón había perdido el favor del
rey y sufría la humillación de haber sido suplantada por
Meritaton, una de sus seis hijas.
Deir el-Medina, ciudad de los constructores de tumbas
El
trabajo continuo de construir y decorar tumbas en el Valle de los Reyes
requería de un gran número de obreros altamente cualificados y
accesibles que se encontraran siempre disponibles. El faraón egipcio
Tutmosis I pareció resolver este problema fundando el pueblo de obreros
de Deir el-Medina hacia el 1550 a.C. Situado en una grieta aislada del
monte de Tebas, sus cerca de 70 casas con terraza estuvieron habitadas
durante 500 años, a pesar de los problemas inherentes a la falta de agua
y alimento. Las excavaciones han dejado al descubierto las tumbas de
los constructores de tumbas, versiones modestas a escala más pequeña de
los yacimientos reales; estas tumbas contenían miles de
ostraka, rudimentarias tablas de escritura, y documentación detallada que trataba de los quehaceres diarios de los habitantes.
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Restos de Deir el-Medina. |
El trabajo de decorar las tumbas reales requería de un gran número de trabajadores cualificados cerca del Valle de los Reyes.
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